lunes, 18 de marzo de 2013

Entrada final

Son las 23:50 y me dispongo a escribir mi última entrada. Esta última es ya para concluir, porque no creo que vaya a volver a escribir en este blog. Bueno, me ha encantado de escribir entradas, y sobre todo me ha sorprendido lo poco que me he aburrido; a pesar de que pensaba que iba a ser un suplicio. Pues ahí va una lista de características de entradas decentes (al menos de las mías) para los alumnos del año que viene:

- Escribir sobre lo primero que se te ocurra. Yo lo que he hecho ha sido ir apuntando mis ideas en el iPhone y escribiendo entradas.

- Que sea fácil y amena de leer. Nada de faltas de ortografía y frases interminables que al final no tienen sentido.

- Que la foto llame la atención, que no esté por estar. Si es un meme o una foto irónica, mejor que mejor.

- No dejarlo para el final. Hay que ir escribiendo periódicamente, que si no luego no te las suben si al de la clase.

- Eso, que ya tiene que ser muy mala una entrada para que no te la suba el que se encarga del blog de la clase.

- No intentar ser demasiado filosófico. Es un blog original, divertido y gracioso, para aprender a expresarse.

- Mejor no escribir de fútbol. Está demasiado visto.

- Hay entradas simplísimas y geniales, no hace falta que una entrada ocupe como un capítulo de Una Breve Historia de Casi Todo.

- Lo más importante: pasárselo bien escribiendo entradas. No dejéis de hacer eso nunca.

Bernal A.

El sexto sentido

Todos los seres humanos tenemos por lo menos cinco sentidos que conozcamos. Vista, oído, gusto, olfato y tacto. Sin embargo, hay un sexto sentido. ¿Que cuál es? En realidad no tiene nombre, aunque sí poseedores. O debería decir: poseedorAs. Todos las conocemos porque todos tenemos una. Son las madres.

Las madres tienen un sexto sentido. Es un sentido indescriptible, pero que absolutamente todas gozan de él. No se sabe muy bien cómo lo van desarrollando y hasta dónde puede llegar, pero ahí está. Las características de este sentido sin nombre son de sobra conocidas:

- Capacidad innata para saber qué está haciendo tu hijo exactamente cuando parece que trama algo.

- Poder de diferenciar si el hij@ en cuestión está diciendo toda la verdad, la verdad a medias o una gran mentira.

- Temerse que un hijo está en peligro aunque esté en EEUU y que realmente lo esté.

- Saber si un hijo ha estudiado algo o nada solo con mirarle a los ojos.

- Capacidad de engañar a los hijos a su favor para que le hagan favores o tareas de la casa que no harían ni pagados.

- Conseguir que al final siempre se hace lo que ella diga y quiera. Bien sea a base de enfadarse (falsamente, es un teatro) o de argumentos que parecen magníficos, siempre consiguen que el plan que se haga sea el suyo.

- Tener SIEMPRE la razón. Pero siempre, siempre.

Todas estas características (y en realidad muchas más) son pequeños poderes que les aporta ese sexto sentido cuyo origen permanecerá misterioso durante toda la vida. Pero vamos, este sentido es absolutamente verdadero e indiscutible porque todos lo sufrimos a diario.

Bernal A.

sábado, 16 de marzo de 2013

Pequeñas situaciones desagradables

El otro día escribí una entrada que se llamaba "Pequeños placeres de la vida". Bueno, pues como ya habréis podido intuir (por el título, sobre todo); ahora voy a enumerar otras diez experiencias, pero completamente distintas: pequeños desagrados de la vida.

1) El primer desagrado es el antónimo de uno de los placeres que escribí. Es despertarse por la mañana. Prácticamente nunca lo hacemos a gusto; y muchísimo menos si es una irritante alarma la que nos despierta. Solo despertar es más placentero o bien si tu equipo juega a las 12:00 o si estás de vacaciones.

2) Una vez más, usando mi lista de placeres saco otra experiencia cuanto menos desagradable: que tu equipo pierda. Y más si es contra el rival directo.

3) Hacer cola. Sea donde sea, hacer cola es intrínsecamente malo. Aunque lo peor es claramente hacer cola para hacerte el DNI o el pasaporte.

4) Que se te acabe la batería del móvil durante el día. No hay mucho más que apuntar. Vivir con la incertidumbre de si te han llamado, si te han enviado un whatsapp importante, si tienes 80 correos en la bandeja de entrada; es desagradable.

5) Que se te acabe el espacio en el disco duro de tu ordenador o en un pen drive. A todos nos ha pasado y sabemos cuán desagradable es.

6) Que se te ensucie alguna prenda de ropa lejos de tu casa. Los zapatos llenos de barro, los pantalones con marcas de pisadas de los estudiantes que estiran sus piernas sobre la tarima obstaculizando al profesor o los lamparones son las maneras más típicas de suciedad.

7) Acabarte los capítulos de una serie. Haberte tragado seis temporadas en dos semanas para tener que esperar una semana por cada capítulo nuevo es demasiado cruel, y sobre todo, desagradable.

8) Que te falte sólo una moneda para pagar exactamente en el super. Aunque no sea para pagar exactamente, sino sólo para que las vueltas que te den sean en el menor número de monedas posible, es una experiencia muy desagradable.

9) Perder el bus el metro o el tren por segundos. Y además tener que esperar media horita.

10) Por último, y no menos importante, uno de esos desagrados que ocurren con demasiada frecuencia: que el agua esté caliente. No hay nada peor que, cuando estás sofocado porque vienes de hacer ejercicio o tengas muchísima sed, te den un vaso de agua que está caliente. Eso no puede ser.


Bernal A.


viernes, 15 de marzo de 2013

Patriotismo

¿Por qué somos patriotas? Realmente, preguntáoslo los que lo seáis. El patriotismo, según la RAE es el "amor a la patria". Pero, ¿qué es la patria y sobre todo, qué es el amor? La patria es la "tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos". El amor es el más fuerte de los sentimientos. El más importante y sobre todo el más humano, o mejor dicho, uno que solo tiene el ser humano.

Hablar de "amor" a la patria, ¿no es un incoherente? Además, lo más triste de todo es que es la propia RAE la que comete esta incoherencia al definir amor como "sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser". La palabra clave es "ser". La patria no es un ser, por lo que no se la puede amar. O sea, que para comenzar, ya hemos podido concluir que el patriotismo; al ser el amor a la patria, y el amor, al ser propio de los seres; no tiene mucho sentido.

En mi opinión, el patriotismo es un sentimiento irracional de mucho cariño y afecto (pero no amor) que se tiene hacia la tierra de la que uno es natural. Es un sentimiento que solo tenemos los seres humanos, pero esto no lo hace racional. El patriotismo es una necesidad de defender de donde vienes y eres, de demostrar a todos los demás lo orgulloso que estás de haber nacido en ese país y tener esa nacionalidad. Sin embargo, el que tú hayas nacido ahí no ha sido decisión tuya.

En resumen, uno es patriota porque sí. Porque le da la gana, sin un motivo de peso ni verdaderamente racional; porque si hubiera nacido en otro país, sería patriota de ése y no del que es ahora.

Bernal A.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Los uniformes

Hoy en día hay un debate (tampoco demasiado polémico) que consiste en si el uniforme escolar es bueno para el desarrollo de los alumnos. Por un lado, los más progresistas opinan que es una tradición del pasado. Por el otro, los conservadores, dicen que no ven por qué debería cambiarse eso. Voy a exponer argumentos de ambas partes.

En contra del uniforme son numerosísimos. El uniforme se ha utilizado en el pasado para diferenciar entre clases sociales, como el cuello Mao. El uniforme trae a la memoria lo militar, la penitenciaría, el internado; es decir, carencia de libertad. Evoca despersonalización, la falta de iniciativa y de autonomía. Dicen que intenta hacer que los uniformados no sean individuos, sino que se cuenten como una masa.

Sin embargo, El uniforme escolar, como cualquier otro uniforme no es más que un atuendo temporal que se utiliza en un lugar, unas circunstancias y entre un tipo de gente que lo único que hace es perfeccionar el grupo, la unión y, sí, la homogeneidad. Pero esto no quiere decir que sea una homogeneidad mala, despersonalizante; es una distinción como otra cualquiera. Por ejemplo, un equipo de fútbol lleva un uniforme que les distingue de otros equipos. Un hombre de negocios lleva traje y corbata al trabajo.¿Quiere decir esto que se esté atentando contra la libertad de expresión o la personalidad del individuo? No. Es un modo de vestir que pone a todos por igual y bajo las mismas circunstancias temporalmente. Es un acto de solidaridad con el compañero y de compañerismo que indica igualdad en el ambiente trabajador. 

Es cierto que en la antigüedad se ha utilizado el uniforme como método de distinguir a las clases sociales; pero lo cierto es que las propias clases sociales tienen por sí mismas un método de vestir más o menos establecido que las diferencia entre sí. Por ejemplo, para los Premios Goya no hay un atuendo asignado obligatoriamente, pero lo cierto es que muchos de los involucrados en la gala coinciden en llevar un traje negro sin corbata con camisa negra.

En conclusión, el uniforme no es malo. Es más, los distintos grupos sociales se puede decir que portan un uniforme que no es exclusivamente personal, que les incluye en una masa. Los "pijos" visten de marca; los "emos", oscuro; los "hipsters", como visten ellos y así con todas las clases sociales. Al final cada uno lleva su propio uniforme para poder incluirse en un grupo y así, de alguna forma personalizarse despersonalizándose.

Bernal A.

martes, 12 de marzo de 2013

Pequeños placeres de la vida

Voy a enumerar una serie de placeres de esos que tiene la vida, que parecen irrelevantes o insignificantes, pero al final la hacen mucho más completa y nos aportan un poquito de felicidad.

1) Que gane tu equipo. Para algunos es crucial para que no se les estropee el finde y para otros simplemente una alegría, pero es indiscutible que es un placer; sobre todo si derrota al máximo rival.

2) Dormir calentito todas las horas que quieras. Este es el placer por antonomasia. No hay nada mejor que dormir, es indiscutible.

3) Ver llover por la ventana mientras tú estás cómodo en casa delante de una chimenea.

3) La nieve. Pero sobre todo, ver nevar y que cuaja. Y no solo es un placer porque ese día no haya cole.

4) Estrenar cosas. Ropa, móvil, cascos, un juego... Estrenar siempre está bien.

5) La Noche de Reyes. Un noche mágica, que tengas la edad que tengas, estás igual de nervioso por ver qué te han traído.

6) Un puente. Los puentes al final se convierten en objetivos que nos marcamos las dos semanas anteriores a que ocurran, pero no deja de ser un placer irte a casa el viernes sabiendo que no vuelves hasta el lunes.

7) Las cosas gratis. Los regalos promocionales, que aunque sean baratillos y cosas que no comprarías ni por veinte céntimos, da una alegría inmensa recibirlos.

8) Las degustaciones en el supermercado. Merendar en el super es lo mejor. Variedad infinita de manjares expuestos para que los degustes y además puedas decir que no lo has saboreado bien, y así repetir.

9) Una tarde de domingo en el salón delante de una chimenea poniéndote al día con tus series. Y si además llueve o nieva fuera ya es que no puede haber mayor placer...

10) O sí. Para mí, el placer de los placeres, incluso más que dormir, es muy simple y mundano. No es otro que sacarse una monda (un paluego de toda la vida) que lleva ahí desde no se sabe cuándo. Lo malo, es que nuestra psicología funciona de una manera tan extraña que luego lo echamos de menos. Probablemente por todo el trabajo invertido en el proceso.

Bernal A.

jueves, 7 de marzo de 2013

Una gran mentira

Uno de los mayores engaños que hemos sufrido en nuestra infancia no es ni que los Reyes realmente fueran los padres; ni que el Ratoncito Pérez también lo fuera; ni que lo mismo ocurriera para Papá Noel. No. Pero tampoco han sido las miles de mentirijillas que nos han contado nuestros padres y hermanos para que realmente no nos diéramos cuenta de lo poco bueno que es este mundo y así poder conservar nuestra inocencia. Tampoco.

La mayor mentira, sin duda, que hemos oído en nuestra infancia (y no tan infancia) es el famoso "¡¡¡A COMEEEER!!!". Jamás, repito, JAMÁS, hay que ir a esa primera llamada. Es una trampa, es un engaño absoluto. Como todos sabemos, esa interjección no es más que otra forma de decir "Por favor, venid a poner la mesa". Pero ¿quién va a poner la mesa cuando se lo piden? En consecuencia, las madres han desarrollado esa trampa antes infalible y ahora menos infalible, pero letal aún. Por ello, yo os digo: si vuestra madre dice algo tan bueno como "A comer", no vayáis, y si vais que sea solo para investigar qué hay de cierto en todo. Sospechen, señores y así no les cazarán.

Bernal A.